Que los mayores pueden presentar problemas de memoria es algo generalmente conocido por personas ajenas al mundo de la geriatría y la gerontología. Lo complicado es, y en mayor medida cuanto toca a un familiar cercano, discernir entre lo que es propio del envejecimiento y lo que puede resultar finalmente un síntoma asociado a una patología.
A nuestro Centro acuden frecuentemente familias que, en la información previa al ingreso que aportan a la trabajadora social, aseguran que el funcionamiento cognitivo del mayor es bueno. Es más, en ocasiones hay alusiones a la buena memoria que la persona tiene: “se acuerda de todo lo de antes mejor que yo”, expresan. Pero son muchos los casos en los que al equipo interdisciplinar nos bastan los primeros días de observación del nuevo residente (a veces ya en el primer contacto) para constatar la existencia de deterioro cognitivo. Y es que no sólo se trata de la memoria.
Este no reconocimiento de lo que al anciano le ocurre se debe, en ocasiones, a un mecanismo de defensa por miedo a confirmar la verdad de lo que le pasa al ser querido, y en otras, a lo poco llamativo de los síntomas al inicio que, si son identificados, se suelen achacar a lo propio de la edad.
Por otra parte, en nuestra sociedad hay enraizados prejuicios y estereotipos asociados a la vejez que frecuentemente llevan a considerar como “normales” cambios físicos y psicológicos que pueden acontecer en esta etapa de la vida y a los que no se les presta la atención debida.
Aunque hay que tener en cuenta la variabilidad interindividual, los signos frecuentes de alarma ante la posibilidad de que una demencia se esté iniciando son los siguientes:
- Pérdida de la memoria a corto plazo. Es una dificultad importante para fijar datos y hechos recientes pudiendo estar muy preservados los recuerdos del pasado. Aunque es éste el síntoma más llamativo, no siempre aparece en primer lugar.
- Alteraciones psicológicas y conductuales. Es importante señalar que la demencia no es sólo un problema cognitivo, sino también de cambios de comportamiento y del estado afectivo y emocional. En una fase inicial, la pérdida de memoria y la dificultad del pensamiento son las que producen estos cambios. Las personas cercanas al enfermo suelen percibir cambios drásticos en la personalidad de éste y fluctuaciones en su estado de ánimo. También aparece falta de iniciativa y pasividad.
- Menor capacidad para llevar a cabo tareas que la persona antes realizaba con soltura.
- Dificultades para expresarse o encontrar la palabra adecuada.
- Episodios de desorientación en espacios o lugares conocidos.
- Juicio pobre.
Lamentablemente, según los últimos informes de la organización Alzheimer Disease International, la mayor parte de las personas con demencia, son diagnosticadas en las fases avanzadas de la patología.
La detección precoz de la demencia es fundamental para el bienestar del enfermo. De esta manera, entre otras ventajas, se evitan situaciones peligrosas para el paciente, hay disponibilidad de terapias eficaces, ofrece la oportunidad de hacer una planificación por adelantado de los cuidados que el enfermo va a precisar y permite su implicación en las decisiones que se van a tomar.
Elena García
Psicóloga de Txurdinaga Gurena