Las actividades instrumentales de la vida diaria (A.I.V.D.) son las actividades orientadas a la relación con el medio en el que vivimos. A través de ellas interactuamos con el entorno que nos rodea. Son actividades como el cuidado del hogar, cocinar, temas financieros o realización de compras. En definitiva, estas actividades indican la capacidad que tiene una persona para llevar una vida independiente en la comunidad, identificándose también como indicadores del envejecimiento activo.
Este tipo de actividades son más complejas que las actividades básicas de la vida diaria (A.B.V.D.), ya que requieren la interacción con más elementos. Sin embargo, no son tan personales y pueden ser fácilmente delegables en otros. Por este motivo, son las actividades que antes dejan de hacerse cuando aparece alguna enfermedad incapacitante.
A medida que el proceso de envejecimiento avanza pueden aparecer enfermedades, como la patología osteoarticular, el accidente cerebrovascular o la demencia, que afectan al desempeño de estas tareas. La inestabilidad al caminar y la disminución de las capacidades cognitivas, como la pérdida de memoria, son las causas que con más frecuencia identifican las personas mayores y sus cuidadores cuando se les pregunta por qué han dejado de hacer estas tareas.
Ante estos problemas funcionales, la persona ve mermada su capacidad para encargarse de la casa, hacer las compras necesarias o relacionarse con el entorno. De forma progresiva disminuye su implicación y finalmente acaba delegando en el familiar o en el cuidador su realización.
Cuando esta situación ocurra, es importante mantener una actitud comprensiva, pero también proactiva. La sobreprotección por parte del cuidador conduce a mayores niveles de inactividad y dependencia. Aunque la actividad no pueda realizarse en su totalidad, es importante mantener a la persona mayor implicada en alguna de las tareas que componen la misma. Por ejemplo, en el caso de cocinar, aunque la persona no pueda mantenerse de pie durante toda la actividad, sí podrá participar parcialmente, realizando tareas en sedestación (sentada) como pelar, cortar o sazonar. De esta forma, podría mantenerse su implicación en una actividad que ha venido realizando durante toda su vida.
Este enfoque de la actividad supone concebir a la persona mayor no como un objeto pasivo, sujeto a las fuerzas causales de la dependencia, sino como un ser intencional, que, hasta cierto punto, es capaz de determinar y decidir sobre el curso de su vida y sobre las actividades que quiere que formen parte de él.
Propiciando la participación de la persona mayor en este tipo de actividades se consigue aminorar los sentimientos de vacío ocupacional y se generan sensaciones de control y autosuficiencia.
Iñaki Iribar Unibaso